11.12.13

Por qué soy ateo

(Publicado originalmente en inglés.)

Nací ateo, como todos los niños.

 Mi gran y muy católica familia se impuso la misión de cambiar esto, suministrándole a mi vida sacerdotes, referencias religiosas y abundantes visitas a iglesias. Pero al parecer mi caso era especialmente virulento y todo el concepto de lo sobrenatural me siguió pareciendo increíble.

Vivíamos frente a una iglesia y me recuerdo de 8 o 9 años de edad, cruzando la calle y entrando por mi cuenta, imaginando cómo sería creer. La gente parecía disfrutar de experiencias profundas, rezándole a santos y vírgenes de madera y yeso, exhibiendo expresiones místicas después de la confesión, con todo y ojos soñadores. Pero yo no podía. Se sentía simplista, falso y difícil de tragar.

A los 16 años, después de una fragorosa discusión con mi sacerdote acerca del problema evidencial del mal (un nombre del que no estaba consciente en aquél momento, claro), respecto de las atrocidades contra los niños de Biafra y Vietnam, finalmente le dije a mi familia que sus esfuerzos habían sido en vano: no creía en su dios, ni en ningún otro. Nunca lo superaron.

Para mi fortuna, por aquél entonces encontré los escritos de Bertrand Russell. Un hombre enormemente más inteligente y respetable que yo había tenido ideas en la misma línea, y de modo más riguroso, y con gracia académica y razonamiento sólido. Era reconfortante. Fue mi primer amigo ateo. Muchos vinieron después, afortunadamente no todos (de hecho, ninguno) en la forma de filósofos británicos ancianos.

Después pasé tiempo y algunos cursos de filosofía examinando la evidencia en favor de la religión y el teísmo. Ya no era un asunto de "no puedo creerlo", sino que se convirtió en una cuestión de "¿qué pasa si hay algo allí realmente y sólo estoy siendo un asno necio?" Observé a las religiones y a la espiritualidad de varias formas, y tuve los devaneos obligatorios en la década de 1970 con lo paranormal. Luego concluí que mi ateísmo nativo no carecía de bases.

Después el asunto se complicó y me convertí en un racionalista militante, pero ésa es otra historia.